CONCURSOS EN EL IES JOSÉ HIERRO



Con motivo de la llegada de la Navidad, el IES José Hierro ha estado de fiesta. Durante los últimos días del trimestre se ha celebrado una serie de concursos con el fin de motivar a los alumnos a la lectura y a la escritura y pintura creativa.



Los concursos convocados fueron:



 Concurso literario: “Un relato de invierno”
 Concurso redacción en francés
 Concurso de dibujo
 Concurso de tarjetas navideñas


En todos los concursos podían participar todos los alumnos matriculados en el centro, y en los trabajos se valoró que fueran originales e inéditos y de temática invernal 




Los ganadores en distintas categorías fueron:


CONCURSO LITERARIO: “UN RELATO DE INVIERNO”:
  


Naroa Fuente Puente (1º Bachillerato A – Primer  premio)



  


REDACCIÓN EN FRANCÉS:

Ramón L. Canal (1º Bachillerato A - Primer premio)


César Molpeceres (1º Bachillerato A - Segundo premio)       


Margarita Saiz (4º ESO C - Primer premio) 


Andrea Franco (4º ESO B - Segundo premio)


CONCURSO DE DIBUJO - FRANCÉS:



Lorena García  (Primer premio)


Sara Mon (Segundo premio)


CONCURSO DE TARJETAS NAVIDEÑAS:


 


- Michael Migoya (Primer premio)




- Rodrigo Sánchez (Segundo premio)


Los premios se entregaron en el Aula Polivalente en el segundo recreo del día 19 de diciembre.





A continuación reproducimos el relato ganador de Naroa Fuente, a la que agradecemos su colaboración.

Una Navidad injusta
Había hecho un frío terrible durante toda la noche. Despertó como hacía cada mañana. Al principio algo risueño, sin muchas ganas de salir de la mullida cama, que aunque no fuese muy cómoda, era mejor que nada. Tras hacer el amago de levantarse varias veces, finalmente tiró de la polvorienta manta, y se quedó sentado sobre la cama. Tardó algunos minutos en desperezarse, pero finalmente se puso recto y empezó a andar. Como todos los días, se aseó un poco, desayunó lo primero que encontró en la vacía nevera, y acto seguido se vistió. Primero, unos ajados pantalones de pana de color verde marrón, seguido por una camiseta blanca, sobre la que se puso una camisa negra de botones dorados, tras la cual, se colocó un abrigo de color gris claro. Finalmente, vino el chubasquero color rojo fuerte, que le cubría  como una túnica todo su tronco y le llegaba hasta las rodillas.
Era esa época del año en la que la gente se reúne para cenar con su familia, se intercambian regalos acompañados de abrazos interminables, y solo dejan pasar el tiempo esperando un año nuevo repleto de cosas buenas. Para él, nada de eso era lo corriente en unas Navidades, simplemente se contentaba con ver a su madre sonreír. 
Deambulaba por la ciudad sin un rumbo fijo, contentándose con ver las calles saturadas de gente, mirando los escaparates de las tiendas de un peculiar barrio, parecía que las luces de estos le hipnotizaban. Finalmente se detuvo ante unos grandes almacenes, donde un Papá Noel de dimensiones gigantes adornaba la puerta, ni siquiera se lo pensó, entró directamente. El pequeño miraba impresionado la infinita fila de regalos. Ninguno de los que allí había le pertenecía, por supuesto. Pero él solo se contentaba con ver a la gente feliz, con sus monederos vacíos y a su vez sus coches bien cargados de compras. En ese momento recordó que en sus limitados bolsillos tenía algo de dinero. Las insignificantes monedas tintinearon con el rozar de sus diminutos dedos. En ese momento deseó unirse a aquella muchedumbre, caminaba entre las enormes estanterías del establecimiento, vio cantidad de objetos que le llamaban la atención pero todos ellos con precios prohibitivos. Se detuvo ante un pequeño mostrador con abundantes postres, entre ellos, una pequeña rosca con un glaseado tentador. Contó las monedas y justo le llegaban para comprarlo. Consiguió hacerse paso entre los adultos que aguardaban su posición en la cola y apresuraban a la cajera con palabras no muy gratas. Después de tanto esperar llegó su turno, entregó las monedas bajo miradas de menosprecio, pues su compra era insignificante comparada con el precio y valor de las cosas de las personas que le rodeaban.
Al salir decidió encaminarse hacia una librería ya conocida para él, buscó entre los objetos apilados cerca de un contenedor de basura amarillento y allí encontró a su amigo, envuelto con mugrientos cartones. Lentamente se acercó hacia él, dominado por el respeto. El anciano lo miró atónito, pero aún le sorprendía más el pedacito de rosca que llevaba en su mano. El niño decide compartir su pequeño tesoro con este. Le empiezan  a resbalar por las ennegrecidas mejillas pequeñas lágrimas, tras las cuales musitó unas palabras de agradecimiento y felicitó la Navidad al pequeño.
De camino a su casa, sintió cómo un sentimiento de alegría le invadía por dentro, y mientras tenía lugar la cena con su madre y su hermana no dejó de esbozar una tímida sonrisa de satisfacción. A la mañana siguiente, con pequeñas partes de su cena de Navidad envueltas en servilletas de papel sale en busca del anciano. Tras buscar en todas partes, no consigue encontrarlo, ni tan siquiera en los cubos de basura en los que el anciano se cobijaba cerca de aquella librería. Solo encontró una acera bien limpia, y unos trabajadores que acababan de limpiar el suelo a manguerazos.
El niño se quedó mirando esa escena sin poder articular palabra. Mientras tanto, dos trabajadores que acababan de enrollar las mangueras, desplegaban una enorme pancarta con llamativos colores en la que se podía leer claramente un mensaje que decía: ‘’Acto: Intento de recuperar la Plaza de la justicia social. Os deseo una feliz Navidad. El alcalde”.